Caracterización y perspectiva del trabajo doméstico remunerado y no asalariado en El Salvador

Por: María Magdalena chinchilla

PALABRAS CLAVES: Economía feminista del cuido, trabajo doméstico decente, trabajo doméstico remunerado, trabajo doméstico no asalariado.

RESUMEN

El objetivo  de este ensayo, es determinar las características, condiciones de trabajo, económicas y de vida de las mujeres, que se desarrollan en un empleo doméstico remunerado, así como las no asalariadas, abordando la investigación desde una perspectiva multidimensional y holística, para fundamentar recomendaciones en  la formulación de una política pública, que incorpore el trabajo decente  en el empleo doméstico y reestructure los sistemas de cuido, roles, estereotipos y paradigmas actuales en la sociedad que asignan esta actividad mayoritariamente en las  mujeres, desarrollado desde un enfoque de la economía feminista del cuidado.

INTRODUCCIÓN

En este breve estudio se hace énfasis en el aporte conceptual de la teoría feminista, el rol del cuido como categoría central para analizar y entender el trabajo doméstico, en el funcionamiento del sistema económico, examina la injusticia de las actuales formas de organización social del cuido y los desafíos que impone a las políticas públicas, en el contexto de una sociedad como la salvadoreña que aspira a mayor igualdad.

El empleo doméstico es una de las ocupaciones más antiguas, que se origina en el trabajo esclavo y otras formas de servidumbre. Históricamente el trabajo doméstico ha sintetizado el cruce de las discriminaciones basadas en la raza/etnia (servidumbre), la clase social y las de género (asignación de las tareas domésticas y de cuido de forma casi exclusiva a las mujeres, ya que muchas de las personas vinculadas al sector del servicio doméstico son mujeres en condiciones de vulnerabilidades múltiples (CEPAL, ONU Mujeres , & OIT, 2020).

El Convenio núm. 189 de la Organización Internacional del Trabajo, define el trabajo doméstico como el trabajo realizado en un hogar u hogares o para los mismos, en el marco de una relación de trabajo y como ocupación profesional. En El Salvador, el 10% de la población femenina económicamente activa, se inserta en el sector (del Trabajo doméstico), de éstas el 91% no reciben prestaciones, su salario es un 45% más bajo que el del resto de la población económicamente activa y solamente un 4% es cotizante del seguro social, es decir, sus condiciones son en su mayoría de inestabilidad y precariedad (IDHUCA, UCA, & OIT, 2015).

Aunque las trabajadoras domésticas suelen encargarse de la limpieza, la cocina, del cuidado de los niños, las personas de edad avanzada y las personas con discapacidad, así como de trabajos de jardinería, conducción de vehículos y vigilancia de domicilios, la realidad es que sus tareas varían según los países y a lo largo del tiempo. Dada la heterogeneidad de las tareas que realizan, se ha determinado que la característica definitoria del trabajo doméstico, es el lugar de trabajo, es decir, el hogar (OIT, 2021).

Para ponerlo en términos más prácticos y transversales, todas esas actividades desde lavar, planchar, cocinar, atender a las personas enfermas o que requieren atención especial; hasta escuchar, brindar apoyo y mostrar cariño, se realizan principalmente en el seno de los hogares, y son asignadas socialmente a las mujeres, como si fuese una obligación inherente a su feminidad y, además, un acto de amor y abnegación. Pero no se reconocen como lo que realmente son: trabajo no remunerado o remunerado. Trabajo, porque engloba actividades que implican un esfuerzo físico, mental e incluso emocional para quienes lo realizan y cuando no es asalariado, se asume que no tiene valor, pero el trabajo al ser productivo siempre crea valor para la sociedad (Valle Cuellar, 2019).

PERSPECTIVA TEÓRICA

El estudio, análisis y desarrollo de la caracterización del trabajo doméstico se fundamenta desde la perspectiva teórica de la economía feminista, que es un enfoque con abordajes holísticos y desde la reflexión heterodoxa, en la que se ocupa de dejar claras las dimensiones de género en la dinámica económica y sus repercusiones en la vida de las mujeres. La visión de pensamiento de la teoría feminista sobre el trabajo doméstico, se centra en la economía del cuido, busca participar y contribuir en la discusión feminista sobre las relaciones sociales y las formas de organización de la reproducción social, para reconocer y encontrar en ello las causas estructurales en la reproducción de las desigualdades.

Cuando el trabajo doméstico es remunerado resulta relevante destacar, que el tener un ingreso seguro y estable, parece ser un objetivo y una preocupación fundamental. Un ingreso con el que “cubren sus gastos personales, los gastos de la escuela (las que estudian) y apoyan a sus familias” (Agenda Económica de las Mujeres, UNIFEM, aecid, Concejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica, & SICA, 2010).

DESARROLLO

Desde la economía feminista, se construye la categoría teórica que define el cuido, como un ámbito relevante de abordaje para la economía, que supone potenciar, hacer visible y destacar aquellos factores del cuido que contribuyen a producir valor económico, este enfoque se ubica dentro de un conjunto de miradas alternativas y hace una contribución específica al explicar las raíces económicas de la desigualdad de género. Uno de los aspectos centrales de esta mirada se refiere a la explicitación de la manera en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de las personas y al rol que esto juega en el funcionamiento económico y en los determinantes de la desigualdad. Utiliza para esto el concepto de economía del cuidado (Rodríguez, 2015).

La economía feminista del cuido busca enfocarse en dos propósitos: en primera instancia potenciar el rol sistémico  y estructural del trabajo doméstico en el funcionamiento del sistema económico capitalista y en un segundo aspecto, pretende plantear el significado que eso tiene especialmente para la vida económica, social y familiar de las mujeres; tal como se organiza y funciona el trabajo dedicado al cuido, donde hay dos categorías; las mujeres que perciben muy bajos salarios y en las que no media ninguna remuneración y que se desarrolla en el interior de los hogares.  Lo anterior, tiene una finalidad fundamental en las economías capitalistas: la reproducción de la fuerza de trabajo.

La reproducción ampliada de la fuerza de trabajo y el capital se sostiene estructuralmente con el trabajo doméstico que es cotidiano, habitual, socialmente legitimado por el sistema, que facilita que el capital disponga todos los días de trabajadores y trabajadoras en condiciones de asumir un empleo, sin este soporte, el sistema capitalista colapsaría y no tendría forma de reproducirse.

Cabe destacar, que en los abordajes de la economía, especialmente las escuelas denominadas neoclásicas, pero  también las clásicas, este tipo de trabajo queda oculto o se encuentra enmascarado de acuerdo a las conveniencias,  sin embargo, la oferta laboral plantea o explica todo lo  opuesto, como el resultado de una elección racional de los individuos económicos entre trabajo y  no trabajo, determinada por las preferencias personales y las condiciones del mercado laboral, básicamente, el nivel de los salarios. Ocultando segregación sexual del mercado de trabajo se explica desde la lógica del patriarcado, criticando la reducción de los conflictos de género a la lucha de clases desde la óptica marxista, y es que no es posible homologar opresión y explotación. Además, para superar las desigualdades de género es necesario transformar no sólo el régimen económico, sino incidir en la división sexual del trabajo en el hogar-familia. (Brunet, 2016)

En este sentido, no se tiene en cuenta, ni el trabajo que esa fuerza laboral tiene como soporte al estar cubierta por los cuidos necesarios de higiene, alimentación, descanso, el cuido de niños y niñas y personas de avanzada edad, ni el trabajo del cual se le independiza al relevarle de compromisos de cuidado de aquellos que constituyen su núcleo familiar, que son con los cuales cohabita.

Como consecuencia se plantean dos variables, donde en una se hace énfasis en la división sexual del trabajo y en la otra, fuertemente concatenadas se construye antropológica y culturalmente, la naturalización de la capacidad de las mujeres para cuidar. Lo cual se refiere, a la estructuración de un paradigma social, desde la visión patriarcal, donde ideológicamente se propone de manera ficticia, que las mujeres tienen mayor capacidad que los hombres para cuidar, a partir de las diferencias biológicas en la evolución humana, sustentada en la capacidad que las mujeres tienen y los hombres no, de concebir, tener hijos y lactar. Una de las principales características de nuestras culturas y tradiciones intelectuales, es que son androcéntricas, centradas en el hombre, y que han hecho de éste el paradigma de lo humano, excepto cuando vemos la realidad desde una perspectiva de género (Gil, 2019).

El modelo de economía del cuido que se presenta, muestra que hay una incipiente regulación laboral del trabajo doméstico, en El Salvador y en los países de América Latina,  el esquema laboral facilita para que se produzcan largas jornadas que llevan a las mujeres, tanto en el empleo remunerado, como en el trabajo no asalariado a desgastes físicos y emocionales, con mayores cargas de trabajo en hogares, con privaciones socioeconómicas, sin remuneración e invisibilizados.

 

Fuente:   Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), La autonomía de las mujeres en escenarios económicos cambiantes (LC/CRM.14/3), Santiago, 2019

Desde esta perspectiva, es indispensable luchar por el reconocimiento profesional, la ampliación de derechos laborales, lograr estandarizar las remuneraciones, dada tanta heterogeneidad que permita mejorar los salarios, donde hay una alta concentración de mujeres que de modo invisibilizado realizan grandes aportes al bienestar social, todo ello se realiza ya sea con trabajo doméstico, del cuido remunerado y no remunerado

Los enfoques patriarcales cosificados en la cultura, consideran que esta especificidad biológica de las mujeres, también les confiere cualidades superlativas para otros elementos del cuido; como proteger y mantener aseados a los niños y las niñas, elaborar los alimentos, mantener limpio el hogar donde habitan, así como identificar y establecer el orden de las distintas diligencias de cuido indispensables en un hogar. Las diferencias entre mujeres y hombres respecto a las tareas que desempeñan para el mercado laboral y las de tipo doméstico, determinan algunas de las desigualdades de género más importantes. Es precisamente el mayor tiempo que dedican las mujeres al trabajo doméstico lo que restringe su inserción laboral y su participación en otros ámbitos, como puede ser el de la política o en campos relacionados con puestos de poder y de toma de decisiones; situándolas en condiciones de desventaja con respecto a los hombres y limitando su autonomía económica (Robles , 2017)

Desde el relato cotidiano o el sentido común, cuesta entender que lo anterior no es un atributo biológico o natural, se constituye en una construcción social, estructuralmente amarrada por las relaciones patriarcales de género, que se sustenta en raíces culturales históricas arraigadas, socializadas cotidianamente por distintos medios  y aparatos de reproducción ideológica, como la educación, la propaganda, publicidad, medios de comunicación y otras formas de difusión, donde influye también el folclor, las  formas de socialización en el seno de las familias, las creencias y prácticas de fe religiosas, así como las instituciones sociales y del Estado.

Como se plantea desde la teoría de la economía feminista del cuido, enfocar el asunto de cómo se estructuran los cuidos es de capital relevancia cuando se busca la construcción de sociedades más incluyentes con mayor equidad, donde se debe trabajar por reducir las brechas de desigualdades.

Fuente: Tomado del documento “Protección social al trabajo doméstico en El Salvador, OIT”

El gráfico demuestra, que en este estudio realizado considerando 10 años de información, de 2007 a 2017 hay una fuerte división del trabajo doméstico por sexo, donde como puede observarse, por el número de personas que lo realizan en los respectivos años, cerca del 90% son mujeres y solo el 10% hombres.

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

Los grandes desafíos, para transformar en políticas públicas, el aporte fundamental de la economía feminista del cuido, se requiere de un abordaje integral, holístico y multifactorial; donde en el corto plazo  se  desarrollen   investigaciones, a través de estudios orientados a la construcción de una base de información  suficientemente robusta, que facilite la elaboración de diagnósticos con conocimientos objetivos, que caractericen la forma de cómo se estructura   la organización social del cuido, donde quede claramente explicitada la contribución del trabajo doméstico, tanto remunerado como no asalariado y el gran aporte que hace para el funcionamiento económico del sistema capitalista.

Los resultados derivados de los diagnósticos del   trabajo doméstico, como se le denomina en este estudio y como es conocido normalmente, se encuentra catalogado dentro del sector de la economía informal, ya que quienes se desempeñan en él, no cuentan con las prestaciones de ley establecidas, ni se les ha incluido para tener acceso al sistema de previsión social entre otras prestaciones y beneficios, con los que sí cuentan de alguna manera las personas que trabajan en el sector formal de la economía.

La profundización en el conocimiento de este tema, deben permitir un mejor acercamiento al problema, facilitar profundos análisis y reflexiones, para traducirse en una idea fuerza que favorezca la equidad y la inclusión social a través de la organización, movilización y lucha, que reivindique la demanda social en beneficio de políticas públicas del cuido, que edifiquen los fundamentos para su reestructuración y redistribución, entre todos los actores de la organización social del cuido y especialmente entre hombres y mujeres.

Dada la enorme importancia de la temática que se analiza, es insoslayable la necesidad de que forme parte en la agenda de discusión de políticas públicas como un asunto relevante. Para que esto sea posible como parte de la incidencia y concienciación de la necesidad de formular e implementar un conjunto integrado de políticas públicas, que extiendan las oportunidades para mujeres y hombres en el modo de organizar el cuidado y que se generen las condiciones necesarias a través de la legislación, para la armonía entre la vida laboral y familiar de las personas.

Lo anterior requiere de una política pública potente que incorpore regulaciones laborales, ampliación de licencias paternales, maternales y parentales, extensión, calidad y calidez de los servicios públicos  y comunitarios del cuidado, incorporación del concepto del trabajo decente doméstico en la legislación laboral y garantizar los medios para su cumplimiento, se requiere de orientar políticas públicas para la batalla cultural en la lucha de ideas, que permitan construir un nuevo relato, que en el largo plazo transformen la actual sociedad patriarcal con todos sus prototipos, arquetipos, pautas, patrones, modelos, tópicos  y clichés de género, en torno del cuidado que permitan romper  la  feminización del trabajo doméstico.

La familia sigue constituyendo la célula básica y fundamental de la sociedad, por tanto, la cuestión del cuido debe ser un problema de Estado, para garantizar sociedades más integradas y humanas, no es una cuestión solo de mujeres. Es una perentoriedad de todas las instancias de la sociedad y también de hombres y mujeres, que somos vulnerables e interdependientes.

Los logros relevantes que las mujeres han alcanzado en su protagonismo económico, político y/o de afirmación de derechos en distintos ámbitos es indispensable que se manifiesten en el espacio social de la organización del cuido, donde las grandes transformaciones estructurales requeridas, por el contrario, son extremadamente lentas o no se están produciendo. Alcanzar más justicia social en este ámbito, es un camino necesario para lograr mayor equidad económica, política y social, para edificar sociedades más igualitarias.

Bibliografía

Agenda Económica de las Mujeres, UNIFEM, aecid, Concejo de Ministras de la Mujer de Centroamérica, & SICA. (2010). La institucionalización sociocultural y jurídica de la desigualdad: EL TRABAJO DOMESTICO REMUNERADO EN EL SALVADOR. Obtenido de https://www.uca.edu.sv/economia/wp-content/uploads/El-trabajo-dom%c3%a9stico-remunerado.pdf

Brunet, I. (2016). Scielo.org.mx. Obtenido de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-11912016000100061

CEPAL, ONU Mujeres , & OIT. (2020). TRABAJADORAS REMUNERADAS DEL HOGAR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE FRENTE A LA CRISIS DEL COVID-19. Obtenido de https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45724/1/Informe_CEPAL-ONUmujeres-OIT_es.pdf

Gil, M. I. (2019). El origen del sistema patriarcal y la construcción de las relaciones de género. Agora. Obtenido de https://www.agorarsc.org/el-origen-del-sistema-patriarcal-y-la-construccion-de-las-relaciones-de-genero/

IDHUCA, UCA, & OIT. (2015). Reconociendo el Trabajo Doméstico Remunerado en El Salvador. Obtenido de https://www.uca.edu.sv/idhuca/wp-content/uploads/Reconociendo-el-trabajo-dom%C3%A9stico-remunerado-en-El-Salvador-wcms_430190.pdf

OIT. (2021). Hacer del trabajo doméstico un trabajo decente: Avances y perspectivas una década después de la adopción del Convenio sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos, 2011 (núm. 189). Obtenido de https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_protect/—protrav/—travail/documents/publication/wcms_802556.pdf

Robles , A. L. (2017). EL TRABAJO DOMÉSTICO DESDE UN ENFOQUE DE GÉNERO. PIEGI. Obtenido de http://antares.iztacala.unam.mx/pieg/index.php/articulos-gaceta/trabajo/el-trabajo-domestico-desde-un-enfoque-de-genero/

Rodríguez, C. (2015). Economía feminista y economía del cuidado. Nueva Sociedad, 15. Obtenido de https://static.nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf

Valle Cuellar, L. (2019). Las trabajadoras invisibles. Obtenido de https://elfaro.net/es/201903/columnas/23095/Las-trabajadoras-invisibles.htm

Entre 2 y 3 horas ha aumentado el trabajo del cuidado para mujeres de la UES durante la cuarentena

Redacción: Roselia Núñez

En el marco de la cuarentena domiciliar obligatoria salvadoreña comprendida del 11 de marzo al 11 de junio de 2020 para desacelerar los contagios masivos del coronavirus, el Centro de Estudios de Género realizó un sondeo orientado a “conocer cómo las estudiantes, trabajadoras y docentes de la Universidad de El Salvador han enfrentado la cuarentena y de qué manera la han vivido, conocer sobre el uso del tiempo y cómo el confinamiento ha impactado en su estado emocional y económico”.

El sondeo denominado «Situación de las mujeres de la Universidad de El Salvador en período de confinamiento por el COVID-19», se realizó con la técnica de encuesta en línea del 9 al 16 de junio de 2020, en la que participaron 362 mujeres, 81.5% del sector estudiantil, 12,4% docente y 6.1% del sector administrativo de las doce facultades de la Universidad.

La consulta comprendió además la situación de las mujeres universitarias antes de la cuarentena y su estado durante la Tormenta tropical Amanda, que hizo su aparición en El Salvador en medio de la pandemia, del 31 de mayo al 7 de junio, causando muerte y destrucción a nivel centroamericano.

Uso de tiempo al trabajo doméstico no remunerado

El Uso del Tiempo es una herramienta que mide la carga del trabajo no remunerado que por siglos han realizado las mujeres y por siglos también, ha sido invisibilizado su aporte a las sociedades y a las economías de los países.

Un 46.69% de las mujeres de la Universidad dijo que el tiempo utilizado para este trabajo (labores de cocina, limpieza, reparaciones, así como la atención a la familia, tareas con sus hijas e hijos, compras de alimentos, trámites bancarios, entre otras actividades), ha sido de 3 y 5 horas, mientras que para un 32.32%, más de 5 horas.

Antes de la cuarentena, un 65.75% dijo que dedicaban menos de 3 horas a estas labores y un 21.55% que, entre 3 y 5 horas, lo que significa que el trabajo del cuidado y el doméstico no remunerado ha aumentado entre 2 y 3 horas para las mujeres de la Universidad.

Tareas escolares

Un 64.4% de mujeres dijeron no tener hijos, hijas o personas en edad escolar, mientras que un 35.9% respondió de manera positiva. De ese porcentaje, un 44% considera que su tiempo en apoyar a las tareas a sus familiares ha aumentado un poco más de dos horas.

Mientras que un 36.09% dijo que más de 4 horas en comparación al tiempo dedicado previo a la cuarentena. Durante la tormenta Amanda el tiempo a esta actividad fue de menos de dos horas según el 50%, período en el cual no hubo clases virtuales y por ende tampoco hubo asignación de tareas al estudiantado.

Responsabilidades académicas

A la pregunta sobre el tiempo dedicado a sus estudios durante la cuarentena domiciliar obligatoria, un 40.06% de las mujeres dijo que entre 5 y 8 horas y un 26.24% más de 8 horas, período en el cual docentes y estudiantes han continuado sus actividades desde lo virtual.

La situación cambió durante el periodo de la tormenta tropical Amanda, un 63.81% dijo que el tiempo dedicado a sus estudios fue de menos de 5 horas, debido a que durante las lluvias fueron suspendidas las clases.

Violencia machista

En El Salvador desde que se decretó cuarentena domiciliar el 11 hasta el 2 de junio, se registran 26 feminicidios y un incremento del 70% de casos de violencia contra las mujeres, según la Organización de Mujeres salvadoreñas por la Paz, ORMUSA.

En ese marco, se consultó a las mujeres universitarias si se han sentido amenazadas o han estado expuestas a algún tipo de violencia antes de la cuarentena, un 63.26% dijo que no, frente a un 34.53% que respondió afirmativamente.

Durante el confinamiento 67.40% dijo que no, pero hubo un 30.11% de mujeres que dijeron que sí fueron violentadas. Durante la lluvia un 71.82% respondieron haberse sentido seguras, pero un 19.34% dijeron que no.

Antes de la cuarentena

Quienes respondieron haberse sentirse vulneradas antes de la cuarentena, 31.07% dijeron haber sufrido violencia emocional y psicológica, 22.65% violencia verbal, un 9.06% violencia económica, 7.12% violencia sexual, 8.09% violencia digital, 5.83% violencia física y 1.62% violencia patrimonial.

Al consultar dónde vulneraron sus derechos un 27.62% dijo en la Universidad, 19.34% en el vecindario, 11.88% dijo que en su hogar y un 10.77% en el trabajo.

Durante la cuarentena

Durante la cuarentena 34.69% de las mujeres dijeron haber recibido violencia emocional y psicológica, 17.96% violencia verbal, 15.51% violencia económica, 8.16% violencia digital, 2.86% violencia física, 2.86% sexual y un 2.86% asegura haber recibido violencia patrimonial.

Respecto al lugar, 18.51% dijo haberse sentido vulnerada en su hogar durante la cuarentena, 11.05% en su vecindario, 6.91% en la Universidad (virtual) y un 3.87% en su trabajo.

Durante la tormenta Amanda

Durante la lluvia, un 35.33 % las mujeres consultadas dijeron haber recibido violencia emocional y psicológica, un 17.39% violencia verbal, 16.30% violencia económica, 8.70% violencia digital, 3.26% violencia patrimonial, 2.72% violencia física y 1.63% sexual.

Al consultarles sobre el lugar, 15.79% señaló el trabajo, 13.54% su hogar, 7.73% en su vecindario y un 3.59% en la Universidad (virtual), lo cual confirma que la violencia machista no ha estado en cuarentena y que por tanto es una realidad que debe nombrarse y atenderse en todos los niveles.

Para el director del Centro de Estudios de Género de la Universidad de El Salvador, Danilo Ramírez, los datos encontrados en este sondeo dejan en evidencia una vez más, la vulnerabilidad de las mujeres en cualquier situación “normal” o en situaciones de emergencia como el originado por el COVID-19 o por fenómenos naturales como la tormenta tropical Amanda.

En ese sentido, él considera que hacen falta “campañas gubernamentales encaminadas a erradicar todo tipo de   violencia en todos los ámbitos; donde se difundan mensajes en la búsqueda de la construcción de relaciones de igualdad con mensajes positivos a las mujeres y la necesidad de que los hombres tomemos conciencia de la necesidad de realizar cambios en sus acciones”.

Tomando en cuenta que la pandemia no ha finalizado y que el confinamiento voluntario sigue, “veamos este momento como una oportunidad para evitar los contagios, pero también para trabajar en un plan donde invadamos los medios de comunicación y las redes sociales, con mensajes para lograr la erradicación de la violencia machista”, finaliza el licenciado Ramírez.

En este link puede acceder al documento completo: Situación de las mujeres de la UES en período de confinamiento por el covid-19

Violencia hacia las mujeres en la Universidad de El Salvador

Por. Astrid Lindo

Constantemente en nuestro entorno se van conociendo historias de mujeres que, sabiéndolo o no, están siendo víctimas de violencia por un hombre, un grupo de hombres o incluso de otras mujeres por su simple condición de ser mujeres.

Cuando hablamos de violencia lo primero que se nos viene a la mente es la violencia física y pensamos en mujeres muertas o con algún tipo de lesiones, de hecho no es poca la violencia física manifestada en nuestro país. Según datos de Medicina Legal, publicados en el Observatorio de Violencia de Género contra las mujeres, solamente en el 2016 hubo 520 feminicidios en el país, entre los cuales, 256 estaban en el rango entre los 18 y 40 años. La PNC. Para el mismo año, registró 1376 denuncias de violencia intrafamiliar, de las cuales 1219 eran hacia el sexo femenino y, en su mayoría, las denunciantes fueron mujeres entre los 18 y los 40 años. La Universidad de El Salvador no es ajena a esta situación en el país, e informalmente se ha sabido de casos de violencia física, sobre todo en estudiantes.

Aunque la violencia física es la más visible y más fácil de demostrar probablemente, hay otras formas de violencia que se ejercen constantemente contra la mujer, en un ambiente, como este, en el que los esquemas machistas están muy arraigados y, en diferentes grados, aún predomina una concepción de que las mujeres debe ocupar posiciones más bajas que el hombre y someterse a la autoridad del mismo.

El Centro de Estudios de Género de la Universidad de El Salvador, entre los casos de denuncias de violencia de género que ha acompañado y/o asesorado reporta 14 casos distribuidos en las diferentes instancias de la siguiente manera (ver tabla 1 y 2):

                                   

En el caso de la tabla 3, se registran menos tipos de violencias que número de demandas, es por la razón de que en cinco casos, se reportó como violencia laboral, que, de acuerdo a la LEIV es una modalidad de violencia, que implica varias de las mencionadas anteriormente, aunque en los casos presentados en este caso, no especifican qué tipo de violencia.

 

Otro elemento a considerar en esta tabla es que en varios casos se reportaron más de un tipo de violencia en la misma demanda.

Dado que el Centro de Estudios de Género de la Universidad de El Salvador no tiene entre sus atribuciones resolver demandas, su papel en estos casos es solamente de asesoría y/o acompañamiento. Según sus características, los casos son remitidos a las instituciones pertinentes.

Entre los años 2015 y 2016 la Defensoría de los Derechos Universitarios reporta solamente tres casos resueltos de demandas de violencia de género.

Si nos limitamos a los casos reportados, parecería que la Universidad de El Salvador es una institución muy pacífica y respetuosa de los derechos de las mujeres, considerando la enorme población que forma parte de la comunidad universitaria. Sin embargo, los datos presentados no son más que una mínima parte de una punta de un iceberg que no se termina de dimensionar debido al temor o desconfianza de muchas mujeres a denunciar las situaciones de violencia a las que son sometidas o, lo que es peor la cantidad de mujeres y hombres que ni siquiera tienen conciencia de la cantidad de violencia que se está generando en sus relaciones cotidianas, porque la han internalizado en su proceso de socialización como algo natural.

Para una persona observadora, solo basta dar una vuelta por el campus, escuchar reuniones de trabajo en algunas oficinas, reuniones de departamento, o de órganos de gobierno para escuchar expresiones misóginas o darse cuenta de como las participaciones de las mujeres, que son una minoría, son ignoradas o descalificadas por el simple hecho de venir de una mujer.

Con el fin de disminuir y en algún momento llegar a eliminar de las prácticas universitarias la violencia de género, es primordial que tanto hombres como mujeres tomen conciencia de las relaciones de violencia que se generan cotidianamente y de las leyes que protegen a las mujeres de ese tipo de violencia. También tienen que tener claras las instancias a las que pueden recurrir para obtener las ayudas respectivas tanto a nivel legal como psicológico u otros.

Resultados de estudio cualitativo sobre construcción social del Lenguaje de Género en la enseñanza de instituciones de Educación Superior de Santa Ana

Por: Msc. Sonia de Marroquín

Docente de la Facultad de Multidisciplinaria de Occidente

Universidad de El Salvador

 

En el año 2008 se desarrolló una investigación cualitativa sobre la “Construcción Social del Lenguaje de Género en la Enseñanza de Instituciones de Educación Superior de Santa Ana”.

La investigación tuvo como objetivo general, explorar la construcción social del lenguaje de género del personal docente y de la población estudiantil de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador, Universidad Modular Abierta, Centro Universitario de Santa Ana – UMA y Universidad Católica de El Salvador – UNICAES, en sus procesos de enseñanza aprendizaje, especialmente a través del uso del lenguaje en el ámbito académico.

Con la investigación se busca aportar a la equidad de género en El Salvador, específicamente en el ámbito de la educación superior, ya que las universidades son las llamadas a impulsar una mayor participación de la mujer en el desarrollo económico, social, cultural y político.

La investigación fue realizada para que todas aquellas personas involucradas en el ámbito educativo (sectores docente y estudiantil de las instituciones de educación superior de Santa Ana), tengan una percepción de las tendencias actuales en la construcción social del lenguaje. De esta manera, se pretende contribuir a promover una conciencia social de género a fin de que los cambios de actitud y uso genérico de lenguaje se vayan consolidando.

El lenguaje juega un papel fundamental y protagónico en todos los ámbitos de la vida humana, ya que a través de éste la humanidad transmite de generación en generación su legado científico, cultural y social.

Es así como a través del lenguaje, la humanidad registra su presente, pasado y futuro, ya que es el reflejo de los acontecimientos históricos, políticos, culturales y educativos de la sociedad. En ese sentido, es importante construir un lenguaje de género que posibilite la visibilidad de las mujeres en el devenir histórico de la humanidad.

Resultados obtenidos

La información obtenida mediante la investigación, refleja que tanto el personal docente, como el estudiantado de las universidades (objeto de estudio), hacen uso sexista y androcéntrico del lenguaje con gran frecuencia, lo cual pone en evidencia que aún cuando existe una voluntad expresa por parte del personal docente y del estudiantado universitario por usar el lenguaje no sexista en su interacción dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, existe mucha incongruencia entre su discurso y su uso real del lenguaje.

Es así como el personal docente y el estudiantado (entrevistados y observados), reflejan su realidad histórica a través del uso que hacen del lenguaje, una realidad histórica que engloba muchas desigualdades, lo cual es producto de nuestro sistema social, que le ha dado al hombre el derecho de someter, vigilar y hasta de castigar a la mujer, a quien históricamente se le ha considerado inferior.

El uso genérico del lenguaje obviamente, requiere de la modificación o transformación de ciertas actitudes en las y los hablantes. Por ejemplo, se requiere que las y los hablantes transformen sus actitudes tradicionalmente machistas en actitudes que posibiliten el uso genérico del lenguaje de manera espontánea y consciente.

Al explorar la construcción social del lenguaje de género en las universidades de Santa Ana en el proceso de enseñanza aprendizaje, el personal docente y el estudiantado, hacen un uso sexista del lenguaje de manera natural y espontánea, como producto del proceso de naturalización de los roles, la constante asignación social de funciones y actividades a las mujeres y a los hombres.

Aún cuando el Ministerio de Educación hace grandes esfuerzos por implementar el eje transversal de género en el proceso de enseñanza aprendizaje, el personal docente y el estudiantado a nivel superior hacen uso sexista y androcéntrico del lenguaje, debido a que aún arrastran patrones culturales, sociales e históricos producto del sistema social en el cual se han desarrollado.

El lenguaje está en constante cambio y los cambios en el lenguaje surgen acorde a las necesidades de su pueblo. Estos cambios en el lenguaje reflejan el hecho que vivimos en una sociedad y naturaleza cambiante. Tal como lo expresa Claude Lévi-Strauss, el lenguaje es el hecho cultural por excelencia, por varias razones, entre las que se encuentran la cultura, actitud o hábitos que recibimos de la tradición externa.

Lo anterior se evidencia en el tipo de lenguaje que el alumnado usa no solamente en las aulas, sino también fuera de ellas, lo cual es en gran parte, producto del constante modelaje del personal docente, ente responsable del proceso de enseñanza aprendizaje en los diferentes niveles, así como también, por todas aquellas personas de su ámbito social y cultural en el cual están inmersos, tales como amigos, amigas, familiares, entre otros.

La investigación realizada muestra claramente que para lograr cierta uniformidad en el uso genérico del lenguaje debe haber cambios estructurales en nuestra sociedad.  Tal como sostiene Crane (1981), los cambios en el lenguaje son paralelos a la historia de sus hablantes. Es decir, que el uso genérico del lenguaje se consolidará siempre y cuando los cambios en el lenguaje vayan acompañados de cambios en las estructuras sociales que contrarresten las desigualdades entre los seres humanos.

Evidentemente no es un fenómeno aislado que se va a dar a nivel educativo simplemente, es un proceso ligado al desarrollo social, cultural, político, económico y educativo. Por tanto, es importante generar las condiciones de cambio en los diferentes ámbitos a fin de que de una manera sistemática y segura se mecanice el uso del lenguaje de género en la enseñanza superior universitaria.