Por: Patricia Castro
El lenguaje al ser un conjunto de signos del cual disponemos para expresar lo que sentimos, vemos, pensamos y creamos; se convierte en un valioso instrumento a nuestro servicio para comunicarnos.
El lenguaje es además, una construcción histórica y social que condiciona e influye en nuestra manera de pensar y determina la visión de mundo de cada persona; toda cosmovisión está sesgada por diferentes condicionamientos sociales (etnia, edad, religión, ideología, sexo-género, etc.).
En el caso del lenguaje, el sesgo es por sexo y tiene que ver con considerar a los hombres como centro del universo, como medida de todas las cosas y con suponer que lo masculino es lo que más vale.
Esta cosmovisión sesgada del mundo se llama androcentrismo y considera a las mujeres como dependientes y subordinadas a los hombres.
Qué es el sexismo
El sexismo, son los valores, capacidades y roles diferenciados que la sociedad asigna a mujeres y a hombres en función únicamente de su sexo, por ello, el sexismo propicia el enquistamiento de actitudes que permiten el trato desigual y la jerarquización en el trato entre las personas.
El lenguaje, al reflejar esta realidad desigual entre hombres y mujeres, también la refuerza constantemente por medio de los mensajes que se transmiten en las diversas formas de comunicación. Cuando hacemos uso de un lenguaje sexista, no visibilizamos ni reconocemos las capacidades ni el valor social de las mujeres y mostramos solo una imagen parcial de la realidad.
En este punto es necesario aclarar que no existe un lenguaje sexista, sino un uso sexista del lenguaje, ya que el sexismo existe en la mente de las personas que lo hablamos y no en la lengua. La lengua es un instrumento maravilloso que permite que expresemos todos nuestros pensamientos y nos ofrece infinitas posibilidades para hacerlo, sin embargo nos expresamos de acuerdo a creencias, ideas, estereotipos y conceptos aprendidos desde nuestra infancia.
Una realidad sexista o no sexista
Consideramos que a partir del universo de posibilidades que el lenguaje nos ofrece, podemos decidir expresar una realidad sexista o no sexista; se trata entonces de escoger, entre los recursos que la lengua nos ofrece, los que nos permitan una transmisión de los pensamientos en los que estemos representadas mujeres y hombres por igual.
Es necesario por ello, conocer los errores más frecuentes del androcentrismo y del sexismo en el lenguaje para que podamos hacer cambios positivos en la construcción de una convivencia más equitativa entre los géneros, puesto que para cambiar el lenguaje tenemos primero que cambiar nuestra percepción del mundo.
Para que las personas podamos hacer un uso no sexista del lenguaje no existen recetas, ni indicaciones exactas y precisas. Se trata más bien de tomar conciencia de los sesgos sexistas de nuestro pensamiento y de cómo éstos se reflejan en el lenguaje.
Lo importante es en realidad tomar acciones para ir haciendo cambios desde los espacios donde nos movemos: el trabajo, la familia, etc. para que cada vez más personas tomemos conciencia de lo importante que es emplear lenguaje inclusivo y dejemos de usar términos peyorativos como hembra para referirnos a las mujeres.
Solo basta revisar en el diccionario su significado para darnos cuenta de toda la carga sexista que contiene. Y que decir de palabras como zorra, mujer pública, puta y otras que cuando las pensamos en masculino, cambiamos su significado.
Cuando empezamos a analizar esta situación y nos damos cuenta que el lenguaje (escrito, hablado, imagen) no hace más que reflejar lo que pensamos, el siguiente paso será comprender que al cambiar nuestra percepción del mundo cambiará el contenido de lo que comunicamos.
Dicho de otra forma, poniéndonos los lentes del género podremos identificar en el día a día de la comunicación la cantidad de expresiones que discriminan a las mujeres y nos convierten en objetos inferiores con respecto a los hombres.
Pero aunque nada está escrito y todo es un proceso, podemos apoyarnos en algunos aspectos que nos permitirán tomar en cuenta que las aportaciones de mujeres y hombres son igualmente importantes en la sociedad. Si somos conscientes de esta situación no habría por qué conceder más protagonismo a los hombres e invisibilizar a las mujeres.
A continuación se señalan los errores más frecuentes del lenguaje que se derivan del androcentrismo:
- Cuando utilizamos el masculino como genérico para hacer referencia a un grupo mixto, excluye a las mujeres de los espacios sociales e invizibiliza su existencia, su trabajo y su aporte a la sociedad. Pensar que el género masculino incluye a mujeres y hombres es un error, lo usamos porque simbólicamente pensamos en hombres y no en mujeres y hombres.
- Otro error frecuente es cuando presentamos a los hombres como único sujeto de referencia y acción y a las mujeres como dependientes de ellos. Ejemplos de esto es cuando en los periódicos u otros medios se dice: “El señor Gonzáles acudió a la actividad acompañado de su esposa e hijos”, “La señora vicepresidenta presencio el desfile”.
- “El señor presidente de la República, acompañado de la Primera Dama…” En estos ejemplos se muestra a los hombres como sujetos activos y protagonistas de los hechos y a las mujeres como dependientes, pasivas y hasta realizando acciones secundarias con respecto a las que realizan los hombres.
En cuanto a los errores más frecuentes que derivan del sexismo, mencionamos los siguientes:
1. Existe un trato diferente de acuerdo al sexo de la persona, donde las mujeres son generalmente minimizadas. Eje. Cuando nos referimos a las mujeres como señora o señorita, estamos informando de su estado civil, cosa que no hacemos con los hombres. Ellos son el señor tal, independientemente de su edad o estado civil. Otro ejemplo, “El equipo de trabajo consta de un ingeniero y dos jóvenes arquitectas”, están minimizando a las mujeres al hacer notar que son jóvenes.
2. Otro error consiste en usar el género femenino para desvalorar o descalificar comportamientos y actitudes. Ej. “Lloras como mujer lo que no has sabido defender como hombre”, “Esas son cosas de viejas, no te metas”.