Las mujeres nos atrevemos…

Por: Patricia Castro Fuentes, docente de la carrera de Antropología de la UES.

La larga y constante lucha que tantas y diferentes mujeres han emprendido en determi­nados momentos de la histo­ria y en distintas regiones del mun­do, han allanado el camino para que cada vez más mujeres se incorporen a la vida pública y puedan acceder a los espacios que por años han perte­necido a los hombres.

Por esa razón al revisar la histo­ria desde los lentes del feminismo, encontramos a muchas mujeres que han destacado en política, ciencias, artes, deportes y en la academia; sin embargo son invisibilizadas, y sus aportes son conocidos de manera parcial y minimizados por la socie­dad androcéntrica y patriarcal en la que vivimos.

Así, mujeres tan valiosas como Hipatia, Olimpia de Gouges, La Malinche, Sor Juana Inés de la Cruz, Frida Kahlo, Simone de Beauvoir Virginia Wolf, Gabriela Mistral, Rigoberta Menchú, Prudencia Aya­la, María Isabel Rodríguez, Ana Cristina López, por citar solamente algunas, han sido reconocidas lue­go de una ardua lucha por ganar espacios dentro de una sociedad que valora y tiene como medida de todas las cosas a los hombres.

De ahí que poco a poco, a través de los años las mujeres se han in­corporado a las universidades y con ello, han logrado grandes cambios y avances en la construcción de una sociedad más justa y equitativa en la que mujeres y hombres gocemos de los mismos derechos en igualdad de condiciones.

Las nuevas gene­raciones de mujeres debemos visibilizar a las primeras mujeres que accedieron a la educación superior en este país y desem­polvar los archivos de la UES para dar a conocer los nombres de esas mujeres que sin duda alguna, ven­cieron grandes obs­táculos para lograr su sueño.

Las primeras mujeres universitarias

Pasaron más de cuarenta años des­de la fundación de la UES en 1841, única universidad pública de este país; para que ingresara como estudiante una mujer. De esta manera, Antonia Navarro Huezo, sentó un precedente en la historia académica de El Sal­vador y Centroamérica al graduarse de Ingeniera Topógrafa en septiem­bre de 1889 y convertirse así, en la primera mujer salvadoreña en obte­ner un título universitario.

Datos del Archivo Central de la UES indican, que fue hasta el año de 1924 que otra mujer, Carlota Estévez, de origen guatemalteco obtiene el título de Doctora en Ci­rugía Dental.

En esa misma Facultad, en el año de 1938 se graduó Bertha Or­belina Gonzáles, en cuyo expe­diente se muestra la constancia de conducta intachable que el Alcalde de su domicilio extendió para que fuera presentado como requisito de ingreso a la citada Facultad. Pero al revisar los expedientes de los estu­diantes hombres de ese mismo año, tal constancia no era un requisito para ellos.

Es claro que hasta mediados del siglo pasado las mujeres que ingre­saron a la UES no sólo fueron muy pocas sino que además cumplie­ron requisitos “extras” que a sus pares hombres no les exigían, por consiguiente se puede intuir que el ambiente estudiantil de la época no alentaba a que más mujeres se inscribieran.

Hay grandes saltos de tiempo entre una y otra graduada y entre una y otra Facultad. De esta mane­ra, fue hasta 1932 que la Facultad de Química y Farmacia graduó a Esperanza Sofía Alvarenga como la primera mujer Doctora en Química y Farmacia; y es hasta 1945 que la Facultad de Medicina doctoró a la primera mujer: Stela Gavidia de Grabowski.

En el año 1952 la Facultad de Ju­risprudencia otorgó el grado de Doc­tora en Jurisprudencia y Ciencias Sociales a María Elena Barriere.

En la Facultad de Ciencias y Humanidades, fue en 1957 que Ma­ría Luisa Chenivesse se Licenció de Ciencias de la Educación y según el expediente de graduación de esa facultad, en ese mismo año también obtuvo el título de Licenciada en Filosofía.

A partir de la década de los 60 y 70 del siglo pasado, más muje­res ingresan a la UES, pero siguen siendo muy pocas en relación a los hombres que ingresaban y se gra­duaban.

Así en 1964, Clelia Castellón Juárez obtiene el título de Licen­ciada en Letras. En 1965, Carmen Dalia de Suárez en periodismo y en 1966 Leticia Calderón Alférez como psicóloga. En ese mismo año, Tula Querubina Henríquez de Paredes se gradúa como Licenciada en Ciencias Sociales y Ana Cristina Hinds de Narváez como arquitecta.

Estas y otras mujeres que han sido las primeras en las aulas de sus facultades y que se enfrentaron a un mundo dominado por hombres, son parte de nuestra historia y son parte de ese grupo que a fuerza de su tesón y esfuerzo prepararon el camino para que hoy por hoy en las aulas de la UES, las mujeres sea­mos mayoría.

Pero, cuando se trata de optar a cargos de decisión, la cuestión se invierte radicalmente, ya que son más los hombres que ejercen la do­cencia superior y por tanto más los que acceden a cargos de dirección, ya sean estos decanatos, vicerrecto­rías, rectoría y otros.

Esto sólo muestra que si las mujeres han tenido que esforzar­se por hacer las cosas bien como universitarias, cuando se trata de optar y competir por obtener y es­calar puestos de dirección, la lucha implica además, competir en con­diciones desiguales, ya que estos espacios están dominados y hechos por y para hombres.

Esto significa que la sociedad no ha creado las condiciones para que las mujeres se desprendan de su doble o triple función como madres, trabajadoras y adminis­tradoras de los espacios domésti­cos, por el contrario; las mujeres que acceden a cargos de dirección tienen, además de cumplir con las obligaciones que su cargo les im­pone, con las que su rol de género les asigna.

 Primera Decana

Al revisar los registros de go­biernos universitarios, encontra­mos que es hasta 1967 que una mu­jer ocupa el cargo de Decana de la Facultad de Medicina y es hasta el año de 1999 que una mujer llega a la Rectoría de esta Universidad.

En ambos casos esa mujer es la Doctora María Isabel Rodríguez, cuya trayectoria académica y cien­tífica ha sido reconocida nacional e internacionalmente con los Doc­tortados Honoris Causa de las uni­versidades de Guadalajara, UCA de El Salvador, Nacional de Córdoba, Argentina y San Carlos de Guate­mala.

Así como las más altas distin­ciones como la Orden de la Legión de Honor de Francia, El Águila Az­teca de México y la Orden Gabriela Mistral de Chile, entre otros.

Presidenta de la AGU

En la Asamblea General Uni­versitaria (AGU) es hasta el año de 1995 que la Licenciada Glendy Ruth Araniva, representante del sector docente, logra la presidencia de ese organismo y es hasta el año 2007, que la Doctora Claudia Iveth Cerna, representante del sector profesional no docente es electa presidenta del mismo organismo.  Diez años después otra mujer logra llegar a la presidencia de la AGU (período 2017-2019), la Licenciada Josefina Sibrián de Rodríguez, representante del sector docente.

 

Decanas

En el caso de los Decanaturas, en la Administración de la UES 2003-2007, de doce Fa­cultades, solamente cuatro fueron ocupados por mujeres.  En la ad­ministración 2007-2011 solamente la Facultad de Medicina fue dirigida por una mujer, al igual que en período 2011-2015 que solo la Facultad de Química y Farmacia fue dirigida por una mujer.  Para el 2015-2019, tres de las doce decanaturas son dirigidas por mujeres.

En suma, cuando se trata de es­tar en la dirección de espacios las posibilidades se estrechan, pero queda demostrado que las mujeres se atreven a romper con lo estable­cido para lograr mejores condicio­nes; queda claro, además, que ven­cen obstáculos y derriban barreras a veces impenetrables que dan pie a que más mujeres nos atrevamos a romper con las ataduras del patriar­cado y comencemos a dar valor a nuestro trabajo y al trabajo de otras mujeres.

Ahora como producto de esas luchas, es común ver a las muje­res en las universidades, dirigiendo empresas, ocupando cargos públi­cos como presidentas, diputadas, alcaldesas o ejerciendo como médi­cas, ingenieras, físicas, economis­tas y astronautas, entre otras profe­siones.

Además, salimos solas a fiestas y podemos decidir con quién casar­nos y hasta si queremos tener o no hijas e hijos. Pero todas esas liber­tades de las que ahora gozamos, los derechos que ahora podemos hacer valer y los espacios públicos a los que podemos acceder, son el resul­tado de una larga lucha de mujeres valientes, decididas y visionarias, que se atrevieron a transgredir las normas establecidas y a dar la ba­talla en la lucha por demostrar que las diferencias entre hombres y mu­jeres son el resultado de procesos de socialización y no un Mandato divino.