Mujeres, familia y trabajo

Por: Claudia María Melgar de Zambrana, Defensora de los Derechos Universitarios (2011-2015 – 2015-2019)

Los derechos humanos de las mujeres se basan en una serie de principios generales de interpretación, uno de estos es el derecho a ser sujetas con ciudadanía plena para la toma de decisiones y administración de su vida.

De estos derechos se derivan otros más, como el derecho a la familia y la maternidad.  Los artículos 1, 2 y 32 de la Constitución de la República de El Salvador garantizan a la persona humana su derecho a la vida, la integración física y moral, así como el deber del Estado de dictar la legislación necesaria para la protección de los integrantes de la familia y crear los organismos y servicios apropiados para su bienestar y desarrollo social, cultural y económico.

Pero la realidad muestra lo contrario, la cultura machista imperante de los estados ha generado que las mujeres históricamente hayamos sido discriminadas en diferentes ámbitos y por diferentes situaciones, ya sea cultural o simplemente por desigualdad de condiciones que a raíz del mismo rol histórico de la mujer se dan en nuestras vidas.

Es difícil igualar oportunidades con las de un hombre en el ámbito profesional cuando se es mujer, pero no imposible, pues  la igualdad de oportunidades en relación a los hombres al desempeñar un rol profesional es más complicado siempre para una mujer cuando tenemos a cargo diferentes roles: profesional, esposa y madre, o a lo mejor solo el de madre soltera y profesional, o mujer sola profesional, en todos los casos es una labor titánica, pues aunque se diga que tenemos iguales derechos, el ejercerlos se vuelve mucho más complicado para una mujer que tiene que desempeñar ese rol de madre.

Sin lugar a dudas las mujeres en los últimos 20 años hemos ido conquistando, descubriendo e incorporando derechos fundamentales, pero restringidos en su ejercicio,  en la medida que la ciudadanía no tiene el mismo valor para los distintos sectores sociales, la complejidad de conceptos que generan desigualdades estructurales como clase, raza, género, edad, opciones sexuales, maternidad, etc.

El desarrollo y la expansión de los derechos de las mujeres pueden darse por decisión de las élites dominantes en muchos casos o por presión desde abajo o en combinación de ambas. La aspiración a gozar plenamente de nuestros derechos de ciudadanas plenas está en referencia a nuestras conquistas; descubriendo, incorporando y ejercitando en nuestra  lucha por ampliarles, pues siempre serán restringidos.

Sin embargo podemos exigirlos desde nuestro ámbito profesional y en cada uno de los roles que desempeñamos las mujeres tomando en cuenta que muchos de esos roles debieran ser considerados para darnos un trato diferente con el objeto de llegar a ponernos en igualdad de oportunidades.

Deconstruir las relaciones de poder que dan soporte a la ideología de la superioridad masculina es una labor grande de este Centro de Género. En la cual todas y todos en la comunidad universitaria podemos hacer la lucha aunque no es tarea fácil ni su final está garantizado.

La historia nos demuestra que todo esto no es suficiente, que se necesitan además mecanismos institucionales y democráticos fuertes que garanticen su cumplimento y sancionen  a los que violen dichas normas.

En este sentido la educación adquiere una particular relevancia con estudios que promuevan acciones que favorezcan el cumplimiento real de los derechos de la mujer que elige responsablemente formar una familia y su derecho a la maternidad.

En este ámbito es donde las mujeres realizamos la llamada triple jornada. Por una parte se nos reconoce el trabajo productivo pero no así el trabajo en la esfera doméstica, este no se ve, no se cuenta, no se paga, no se protege.

Existe una negación de la sociedad a esta parte de trabajo, el cual, no es exclusivo de la mujer, ya que debe existir una corresponsabilidad tanto de mujeres, como de hombres en la familia.

Que se pueda conciliar trabajo, familia y profesión, supone un cambio socioeconómico, donde el Estado y la sociedad no invisibilice el trabajo del cuidado en la esfera doméstica.

Hoy no se reconoce socialmente ni económicamente como un trabajo, sino el desempeño “natural” de las mujeres en el hogar.    Por otra parte, en muchos países existe una clara discriminación y violación a las mujeres, cuando en la selección de personal de las empresas no por razón de sexo, sino por el hecho de ser o poder llegar a ser madre no son contratadas.

En investigaciones hechas en España, el 86 por ciento de los casos y ante candidatos con las mismas aptitudes, los seleccionadores prefieren hombres jóvenes. Sin embargo, cuando el puesto requiere madurez y edad es superior, haber sido madre empieza a ser un punto a favor.

En este sentido, cabría hablar del derecho a la diferencia como derecho de las mujeres a integrarse en la vida pública y laboral, teniendo en cuenta su maternidad. Esas diferencias entre las mujeres tienen que ser la base de una nueva reestructuración de las condiciones de trabajo.

Pero de poco serviría este cambio si el hombre no descubre y ejerce plenamente su paternidad de manera responsable y complementaria a la maternidad.  Por lo que urge la sensibilización y educación de los hombres.

Hay una masculinidad asignada al hombre que está asociada a la fuerza, la violencia, a la agresividad, la potencia, la inteligencia. Bajo ese mandato social “el hombre” continuamente debe probarse y probar que ha logrado el anterior modelo definido de ser hombre.

Sin la construcción de mecanismos que nos lleven a superar esos modelos será muy difícil una igualdad de hombre y mujeres, mucho menos conciliar trabajo, familia y profesión, pues necesitamos la complicidad del hombre.

En otro sentido, otra violación que se da en contra de las mujeres que eligen la maternidad es que al quedar embarazadas son despedidas a priori <<por bajo rendimiento, desinterés por la empresa o escaso compromiso>>. Esta práctica sigue existiendo <<de facto>> a pesar que violente nuestra ley y tratados internacionales.

El derecho a la familia como a la maternidad, obliga  al Estado como a todas las instituciones realizar políticas de apoyo a las familias, como serían, abrir guarderías, despensas, jornadas de refuerzos académicos para los hijos e hijas de empleadas y empleados.

La puesta en marcha de modelos de igualdad de oportunidades, entendiéndola como  igualdad en la diferencia. Las mujeres –dicen- no sólo deben estar; sino intervenir en las leyes que hacen referencia a ellas mismas y a la situación derivada de su maternidad.

Sólo desde la complementariedad igualdad en la diferencia-, mujeres y hombres pueden hacer la cultura, la empresa y la familia juntos. Con una legislación de igualdad de oportunidades,  cada uno será capaz de aportar modos específicos de ser y de actuar para enriquecimiento mutuo. Así como cualquier niño necesita del amor y la atención tanto de su padre como de su madre, el mundo del trabajo y la vida social también lo necesitan.

El mundo laboral, a su vez, reclama la presencia de la mujer-madre para estar en función de la persona y la familia. Ningún sexo está librando una batalla para desplazar al otro en la familia, en el trabajo, en la cultura o en la sociedad. Se trata de sumar, compartir y perfeccionar la vida que al fin y al cabo es de los dos. Y siempre bajo el lema de la libertad, pero una libertad responsable que busca la cooperación y se basa en el respeto. Ningún poder institucional puede marcar el signo de esta revolución silenciosa, tan sólo deben tener la sensibilidad suficiente para saber lo que está pasando y favorecer un marco social y legal que facilite nuevas formas de organización laboral y social que contemplen a la familia como un núcleo esencial, protegible dentro de la sociedad, pero, a la vez, dinámico y participativo.

Por otra parte para conciliar trabajo, familia y profesión hay que avanzar hacia un feminismo integrador, de la complementariedad y la cooperación entre mujeres y hombres en  todos los ámbitos de la vida –familia, cultura, empresa y sociedad-.

Según el artículo 16, 3: La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad.  La Carta de Derechos de la Unión Europea, establece que la principal prioridad en política familiar es la puesta en marcha de medidas que permitan conciliar la vida familiar y profesional.  Por lo que hay que cambiar el curso del  razonamiento económico: en lugar de pensar a corto plazo: lo que cuesta la familia en ayudas directas e indirectas, en políticas familiarmente responsables y en nuevas modalidades de contratos, deberían  pensar a largo plazo: lo que cuesta la no-familia a la vista de que la pirámide de todos las problemas que pueden generar, más violencia y delincuencia juvenil.

El Salvador: La necesidad de un debate científico y ético sobre salud sexual y reproductiva

Por. Julia Evelyn Martínez

La autora es economista feminista y profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.

En el año 1633 Galileo Galilei fue condenado por el Sagrado Oficio de la Iglesia Católica   por la publicación de su obra “Diálogo acerca de los dos sistemas principales del mundo: el tolemaico y el copernicano”,  en la que se adhirió  a la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico, que había sido declarada  en 1616 como herejía.  Treinta y tres años antes, el Sagrado Oficio había condenado a Giordano Bruno a ser quemado en la hoguera por  afirmar que el Universo era infinito y que el sol era apenas una estrella entre millones.

En el acta de acusación de Galileo se lee el siguiente párrafo: “ La doctrina de que la Tierra no se halla en el centro del universo ni está inmóvil sino  que gira, incluso en una rotación diaria, es absurda; es falsa desde el punto de vista psicológico y teológico y constituye, cuando menos, una ofensa a la fe”.

En un primer momento, el talante científico de Galileo se sobrepuso al miedo a la  inquisición y escribió un discurso de defensa en el que coloca a la ciencia y la razón por encima de los dogmas y la superstición. En un párrafo de este discurso se lee: “Se condena la doctrina que postula que la Tierra se mueve y el Sol está fijo, porque las Escrituras mencionan en muchos pasajes que el Sol se mueve y la Tierra permanece fija… Afirman los piadosos que las Escrituras no pueden mentir. Pero nadie negará que con frecuencia son abstrusas y su verdadero significado difícil de comprender; su importancia va más allá de las meras palabras. Opino que, en la discusión de los problemas naturales, no deberíamos empezar por las Escrituras, sino por los experimentos y las demostraciones”.

Sin embargo, meses después, cuando la hoguera se perfilaba como el posible desenlace de su enfrentamiento con el Vaticano, el pragmatismo se impuso  al espíritu científico de Galileo. Se retractó públicamente  y admitió que “habiendo sido amonestado por el Sagrado Oficio para que abandone por completo la falsa opinión de que el Sol se halla en el centro del universo y está inmóvil y de que la Tierra no ocupa el centro del mismo sino que se mueve… he sido… sospechoso de herejía, es decir, de haber manifestado y creído que el Sol es el centro del universo y está fijo, y que la Tierra no ocupa el centro del mismo sino que gira… Yo abjuro con toda sinceridad y con genuina fe, execro y detesto los mismos pecados y herejías y, en general, todas y cada una de las ofensas y sectas contrarias a la Santa Iglesia católica.”

Ciertamente Galileo corrió  mejor suerte que Gordiano Bruno, pero a cambio debió aceptar un deshonroso exilio en Florencia,  que si bien el permitió seguir investigado y desarrollado sus teorías, le condenó a vivir hasta el final de sus días con la certeza que la teoría heliocéntrica no estaba equivocada pero que tenía que mantener la boca cerrada para “no hacer olas”, ni cuestionar públicamente la posición de la iglesia.

Trecientos cincuenta años después, el Papa Juan Pablo II  informó al mundo que después de una investigación minuciosa se había tomado la decisión de  rehabilitar históricamente la vida y obra científica de Galileo, poniendo así punto final a este penoso pasaje de la historia de la relación entre religión y ciencia, que quedo así relegado a un simple  “malentendido que pertenece al pasado”.

En el dictamen de la Comisión del Vaticano que recomendó la rehabilitación de Galileo se señala que «la abjuración del sistema copernicano por parte de Galileo se debió esencialmente a su personalidad religiosa, que pretendía obedecer a la Iglesia aunque ésta estuviera en el error. Galileo no quería ser un hereje, no quería exponerse a la condenación eterna, y por tanto aceptó la abjuración para no pecar.» Es decir, que para la Comisión del Vaticano, la gran enseñanza de Galileo consistió en su decisión de abjurar de su teoría, no por creer que estaba equivocado, sino para no desobedecer a la Santa Madre Iglesia.

Muchas veces creemos que con la llegada de la Ilustración o del postmodernismo,  historias como las de Galileo Galilei pertenecen a un obscuro pasado, al cual la humanidad no podrá retroceder jamás. Otras veces, confiamos que los avances científicos y  la masificación de los medios de información y de comunicación en la era de la globalización representan la mejor garantía de que las sociedades no sucumban al  influjo  de la superstición y los mitos.

Sin embargo, en pleno siglo XXI se puede aún constatar en nuestro país como grupos de fanáticos/as religiosos/as imponen sus dogmas de fe como normas jurídicas, sociales y/o políticas a la cuales debe ajustarse la sociedad y la comunidad científica. Estos grupos  tienen el poder de enviar a la hoguera del desprestigio y del aislamiento social a cualquiera que intente cuestionar estos dogmas y/o sustituirlos por verdades científicas. Por eso, los partidos políticos, el Presidente de la República, los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia,  los medios de comunicación, los tanques de pensamiento  y hasta las universidades,  les temen, y están dispuestos a evitar a toda costa entrar en una abierta confrontación con ellos, aunque esto signifique renegar de la ciencia y/o de los derechos humanos.

Se dice que para muestra un botón. Tomemos como botón de muestra de este retorno al oscurantismo, la postura de la Jerarquía de la Iglesia Católica en torno a la prohibición del  uso de las métodos anticonceptivos de emergencia, (conocidos como “píldoras del día después”), cuyo uso podría evitar embarazos forzados en mujeres que han sido víctimas de violación o que han sido obligadas por sus parejas a mantener relaciones sexuales sin protección.

El uso de métodos anticonceptivos es una constante a lo lago de la historia de la humanidad  y su uso esta documentado en las grandes civilizaciones y culturas (Egipto, Grecia, Roma, China, etc.). Es decir, estos métodos no aparecen con el advenimiento de la “revolución sexual” de los años sesenta ni tampoco con la aprobación de instrumentos jurídicos relacionados con los  derechos  humanos de las mujeres. Se trata de un campo de investigación y desarrollo de la ciencia  en constante innovación, que ha permitido mejorar las condiciones de salud sexual y reproductiva de millones de mujeres y hombres en todo el mundo, y que hasta el advenimiento del neoconservadurismo y del neo integrismo en los años ochenta, no contaba con una oposición significativa de parte de sectores religiosos.

De acuerdo al Doctor Horacio Bruno Croxatto, considerado la máxima autoridad científica en materia de  investigación y desarrollo de métodos anticonceptivos de emergencia en el mundo, las píldoras anticonceptivas de emergencia (PAE) son solo  compuestos hormonales que actúan  en la fase pre-ovulatoria, es decir,  antes de la fecundación de un ovulo y de implantación  de un embrión en el útero, que es cuando científicamente se reconoce la existencia de un embarazo. Lo único que pueden hacer las PAE para impedir el embarazo es retardar  o inhibir  la ovulación, (impedir que el ovulo salga del ovario). Una vez que la ovulación ha ocurrido, las PAE no tienen ningún efecto. De allí la importancia de usarlas lo antes posible después de una relación sexual y no esperar “hasta el día después”.

Curiosamente,  una  gran parte de los cincuenta años de investigaciones del doctor Croxatto se realizaron en la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Por orden del Vaticano  fue separado en 1998 de su cátedra en dicha universidad, debido a sus investigaciones sobre las PAE y  por su postura a favor del derecho de las mujeres a la interrupción de un embarazo,  y se optó por recluirlo en el laboratorio relegado a la  posición de Investigador Asociado. Esto le brindó la oportunidad de profundizar en sus estudios sobre los posibles efectos abortivos de las PAE, tanto en animales como en mujeres. Finalmente fue despedido en el año 2006 por su defensa pública de la anticoncepción de emergencia y por haber declarado que las PAE  que utilizan el levonorgestrel  como principio activo no son  abortivas.  A diferencia de Galileo, el doctor Croxatto optó por aferrarse a la ciencia,  abjurar de su fe (renunció al Opus Dei y al catolicismo) y dedicar su vida y sus conocimientos a promover la salud reproductiva de las mujeres en el mundo.

Gracias a científicos como Horacio Croxatto es posible el  uso  las PAE  en países con leyes restrictivas a todas las formas de interrupción del embarazo (como El Salvador), en donde se ha convertido en una medida fundamental para el mantenimiento de la salud de las mujeres, en especial de aquellas que  han sido abusadas sexualmente y que se les niega el derecho a decidir libremente respeto a su maternidad. Muchos embarazos por violación o por sexo forzado pueden evitarse de esta manera, y con ello se puede prevenir   abortos en condiciones inseguras, suicidios de mujeres con embarazos forzados  y hasta asesinatos y/o  el abandono de recién nacidos/as. De allí la importancia que el personal médico que atiende a una mujer en este tipo de situaciones suministre estos AE como parte del protocolo obligatorio de atención.

Sin embargo, pese a esto,   ciertos sectores oscurantistas y sexofóbicos de la sociedad salvadoreña que cuentan con supremos  poderes ideológicos,  políticos, económicos y mediáticos, insisten en acallar y condenar estas verdades científicas (como lo hicieron en el pasado con la teoría heliocéntrica)  y  se afanan en sustituirlas por las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia, según la cual “la píldora del día después es abortiva”, para lo cual se basan en la doctrina de la Academia Pontificia para la Vida, según la cual las PAE impiden la anidación del óvulo fecundado en él útero, y con ello truncan la posibilidad de un embarazo”.

A partir de esta doctrina, la Academia Pontificia para la Vida ha hecho un llamado  a médicos y farmacéuticos a que «apliquen con firmeza la objeción de conciencia moral» y que testimonien «con valentía y con los hechos el valor inalienable de la vida humana, especialmente frente a nuevas formas subrepticias de agresión a los individuos más débiles e indefensos, como es el caso del embrión humano».  Este llamamiento significa que se nieguen a proporcionar PAE a mujeres que lo necesiten aún cuando las leyes del país les ordenen hacerlo y  peor aún, que se nieguen a proporcionarlas a sabiendas que  la salud y la vida de una mujer se pondrán en peligro por la no prevención de un embarazo. Los  miembros  del Opus Dei y de la Fundación Sí a a Vida en nuestro país  funcionan como caja de resonancia de esta doctrina de fe, y se encargan de divulgar mediante diversos medios y ante distintos públicos (especialmente adolescentes y jóvenes) la doctrina según la cual las PAE son abortivas y que no deben ser utilizadas, ni siquiera cuando una mujer ha sido víctima de una violación sexual.

Mientras esto sucede ante la indiferencia de la comunidad científica salvadoreña, un reciente estudio elaborado por investigadores/as de la OMS y del Instituto Gutmacher, publicado por la revista científica The Lancet el 19.01.2012,  advierte que pese a la disminución en la tasa  de abortos experimentada en los últimos años a nivel mundial, en América Latina los abortos están aumentando, especialmente los practicados en condiciones peligrosas para la salud y la vida de las mujeres: 32 por cada 1,000 mujeres. De acuerdo a este estudio, la tendencia al aumento en la tasa de abortos en la región  coincide con la aprobación de reformas legales para  prohibir todas las formas de interrupción voluntaria del embarazo, que a su vez han estado acompañadas de mayores obstáculos para el acceso de las mujeres a métodos anticonceptivos, en especial de las PAE.

Según esta investigación, la tendencia en América Latina contrasta con lo ocurrido en otras regiones y países en donde se ha despenalizado la interrupción del embarazo y se ha facilitado el acceso a métodos de planificación familiar, incluyendo las PAE. En Sudáfrica por ejemplo, que despenalizo el aborto desde 1997,  tiene la tasa de abortos más baja de todo el continente africano y ha logrado reducir la  mortalidad materna relacionada con abortos inseguros en un 91%. Otro caso es España, en donde a partir de la aprobación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva en 2010, se observó una leve reducción en el número de mujeres que decidieron terminar voluntariamente un embarazo.

Frente a esta evidencia,   se necesita que en El Salvador  se abra un debate sobre la salud sexual y reproductiva de las mujeres, que sea científico y ético al mismo tiempo. De lo contrario, miles de mujeres seguirán pagando con su salud y sus vidas, el costo de no hacer nada frente a la influencia de los fundamentalismos religiosos sobre las políticas públicas.  Por eso es urgente que la  comunidad científica salvadoreña salga del cómodo refugio en el que se encuentra, e ilumine las mentes y el conocimiento de quienes tienen en sus manos garantizar el  derecho a la salud de las mujeres, y en particular el de aquellas mujeres  que necesitan al menos prevenir un embarazo forzado.

En octubre de 2011, la Comisión Nacional de Bioética de El Salvador dio a conocer un comunicado  público en el cual hizo un llamado al debate abierto y pluralista de los problemas nacionales en diversos ámbitos relacionados con la bioética, incluyendo un “debate amplio, abierto e informado con respecto a la garantía de salud sexual y reproductiva y las políticas actuales de penalización del aborto”. Han transcurrido más de tres meses desde este comunicado, y las mujeres salvadoreñas siguen enfermando y muriendo por el irrespeto a su derecho a la salud y a la vida.

¿Podemos esperar que la comunidad científica salvadoreña se decida a  participar en este debate o es que como Galileo Galilei también optarán por callar para no terminar en la hoguera de los  inquisidores del siglo XXI?.

21 de Junio: Día para una Educación No Sexista

Redacción: Roselia Núñez

 

La Asamblea Legislativa salvadoreña, declaró en 1999, el día 21 de junio de cada año como “DIA NACIONAL PARA UNA EDUCACION NO SEXISTA”, a fin de que contribuya a la construcción de una educación formal y no formal que promueva y desarrolle actitudes, conductas y concepciones, que respetando las diferencias entre los sexos elimine las desigualdades genéricas e incentive a la sociedad en su conjunto a la reflexión sobre ello y dé un mayor impulso a la integración de nuevos valores en todos los componentes del proceso educativo.

El término sexismo se utiliza en las ciencias sociales para mostrar el conjunto de actitudes, comportamientos y valores que introducen la desigualdad y la jerarquización en el trato entre mujeres y hombres, sobre la base de la diferenciación de sexo.

De manera concreta, se puede apuntar que cuando se habla de una educación no sexista, se busca construir una educación formal y no formal con equidad, es decir, sin discriminación de género.

La Licenciada Patricia Castro, quien durante más de tres años se encargó del área de educación del Centro de Estudios de Género de la UES, comenta que el sexismo al ser un prejuicio basado en el sexo, hace que las personas “desde que nacemos y somos socializadas, vayamos aprendiendo pautas de cómo ser mujeres y cómo ser hombres, incluso desde antes de nacer se socializa a las personas de diferentes maneras según el sexo”.

Es a partir de esta diferencia de sexo, que se sobrevalora a los hombres y a los niños, con actitudes de desigualdad y jerarquización en el trato que se les da a las niñas, que son vistas como inferiores. Un ejemplo a través del cual se puede visibilizar esta diferencia y discriminación hacia las niñas, es que si nació una niña le dicen a la madre “entonces no se ganó la gallina”, contrario a si hubiera sido niño.

Social y culturalmente, se suele creer que por naturaleza los niños son decididos, valientes, controladores y fuertes y las niñas sensibles y débiles, lo cual tiene repercusiones en la vida adulta de mujeres y hombres. Es decir, que se estereotipa a las personas en la forma de comportamiento, como si todas tuvieran cualidades iguales, sin tomar en cuenta que cada una tiene cualidades individuales.

¿Cómo se manifiesta el sexismo?

La Licenciada Castro explica que el sexismo se puede transmitir a través del lenguaje, los símbolos e imágenes que los medios de comunicación, instituciones educativas y familia, entre otros, “nos presentan todos los días y como lo vemos todos los días damos por hecho que las actitudes diferenciadas de hombres y mujeres es lo correcto”.

Los medios de comunicación reproducen el sexismo de manera dual. Por una parte, presentan a la mujer como la madre, esposa y ama de casa y por otra, como objeto “sexual”, donde es utilizada para anuncios comerciales y con poca ropa, ofreciendo diferentes productos, en su mayoría para hombres.

En cuanto a los puestos de dirección en los medios, muy pocas veces son mujeres y por lo general los temas como educación, salud, cultura y sociedad son cubiertos por mujeres.

En cambio deportes, entrevistas, opinión pública y economía, son temas dirigidos por hombres, bajo el entendido que los hombres son más “capaces” para desarrollar estos temas.

Por otro lado está la parte técnica, en el país la edición de materiales audiovisuales por lo general es realizada por hombres, así como el área de cámaras de video, lo cual se puede ver en las distintas coberturas periodísticas, donde son hombres siempre, los que andan con una cámara en el hombro, por considerarlo que es “algo masculino”.

Ana Guzmán, es una periodista que ejerce su profesión desde hace un poco más de cinco años. Ella explica que en el tiempo que tiene de andar cubriendo noticias no ha observado a ninguna mujer periodista que se desempeñe como camarógrafa, lo cual considera se debe a que “el equipo es un tanto pesado”.

Pero ¿quién ha dicho que las mujeres no tienen la misma capacidad para cargar una cámara de video, como lo hacen los hombres? Reflexionando sobre esta frase, se puede afirmar que todo forma parte de la construcción social que se crea a las personas, a partir de los estereotipos de que la niña es débil y los niños son fuertes.

“Lo de la fuerza en los hombres no es algo biológico, eso es parte de la construcción social, recalca Patricia Castro, “ya que a las personas nos van educando para responder a lo que la sociedad considera lo que significa ser hombre y ser mujer”.

Si lo de la fuerza fuera algo de hombres, no existieran mujeres como la salvadoreña Eva María Dimas, quien posee records naciones e internacionales como levantadora de pesas.

Castro explica que la incorporación de la categoría sexo género en la ciencias sociales ha permitido resquebrajar la predeterminación biológica, demostrando que las actitudes de las personas no tienen ninguna relación con lo biológico, sino más bien, que son resultado de la construcción social, y que como toda construcción, es posible deconstruirla.

Yaneth Cerritos, docente de la Facultad de Medicina de la UES, considera que una forma de manifestar el sexismo en la educación, es a través de la poca atención que la planta docente brinda a la población estudiantil, ya que a veces, “se da más importancia a la participación de los hombres que a la de las mujeres en el momento de la clase”.

Otra forma dice, es cuando “no fomentamos la participación de las mujeres en el deporte como fútbol y Basketbol y cuando exigimos en las prácticas clínicas, vestimenta que ha sido estereotipada para mujeres, como por ejemplo, que si usa falda o vestido debe ponerse zapato de vestir, medias”.

Por otro lado dice, está el uso del lenguaje, que en la mayoría de ocasiones es utilizado en masculino invisibilizando a las mujeres.

Sobre el uso del lenguaje sexista

En el año 2008, la Maestra Sonia de Marroquín, docente de la Facultad Multidisciplinaria de Santa Ana, desarrolló una investigación cualitativa denominada la “Construcción Social del Lenguaje de Género en la Enseñanza de Instituciones de Educación Superior de Santa Ana”.

La información obtenida mediante la investigación, “refleja que tanto el personal docente como el estudiantado de las universidades (objeto de estudio), hacen uso sexista y androcéntrico del lenguaje con gran frecuencia”.

De acuerdo a la investigadora, los resultados “ponen en evidencia que aún cuando existe voluntad por parte del personal docente y del estudiantado universitario por usar el lenguaje no sexista en su interacción dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, existe mucha incongruencia entre su discurso y su uso real del lenguaje”.

Ella agrega que los resultados reflejan la realidad histórica que engloba muchas desigualdades, lo cual es producto “de nuestro sistema social, que le ha dado al hombre el derecho de someter, vigilar y hasta de castigar a la mujer, a quien históricamente se le ha considerado inferior”.

En ese sentido, se requiere de la modificación o transformación de actitudes tradicionalmente machistas que posibiliten el uso genérico del lenguaje de manera espontánea y consciente, ya que la investigación refleja que el personal docente y el estudiantado, hacen “un uso sexista del lenguaje de manera natural y espontánea, como producto del proceso de naturalización de los roles, la constante asignación social de funciones y actividades a las mujeres y a los hombres”.

El lenguaje está en constante cambio y los cambios en el lenguaje surgen acorde a las necesidades de su pueblo. Estos cambios en el lenguaje reflejan el hecho que vivimos en una sociedad y naturaleza cambiante, dice la Maestra de Marroquín.

La investigación realizada “muestra claramente que para lograr cierta uniformidad en el uso genérico del lenguaje debe haber cambios estructurales en nuestra sociedad. Tal como sostiene Crane (1981), los cambios en el lenguaje son paralelos a la historia de sus hablantes”.

“Es decir, que el uso genérico del lenguaje se consolidará siempre y cuando los cambios vayan acompañados de estructuras sociales que contrarresten las desigualdades entre los seres humanos”.

Evidentemente no es un fenómeno aislado que se va a dar a nivel educativo simplemente, es un proceso ligado al desarrollo social, cultural, político, económico y educativo.

Por tanto, es importante generar las condiciones de cambio en los diferentes ámbitos a fin de que de una manera sistemática y segura se mecanice el uso del lenguaje de género en la enseñanza superior universitaria, finaliza la Maestra de Marroquín.

Para Patricia Castro, el uso del lenguaje en masculino se debe a que “nos hicieron creer desde la casa, la iglesia, la escuela que hablar en masculino es universal y que ahí estamos incluidas las mujeres y esto para nada es cierto. Si las mujeres somos la mitad de la población creo que merecemos que nos nombren, además, que lo que no se nombra no existe”.

¿Cómo evitar el sexismo?

“Es una tarea bien grande y creo que las personas que ya empezamos esta lucha, tenemos la tarea de comentar, hablar y generar debate sobre este tema con otras personas. Una forma, es desde las casas”, dice Patricia Castro.

Ella considera por ejemplo que hay que compartir las tareas domésticas con los hombres de la casa, ya que las tareas domésticas “no es cierto que sea una labor que solo deban realizar las mujeres”. “Creo que si pueden hacerse cambios y el empezar a dejar en mano de los hombres la tareas que siempre se nos asignan a nosotras es un paso”. Por otro lado, están las instituciones educativas.

Para la Licenciada Castro, los espacios académicos, son una buena forma de ejercitar la conciencia entre las demás personas, a través de la exigencia por parte de las mujeres a ser incluidas en la toma de decisiones y nombradas a la hora que docentes se dirijan al alumnado, “ya que las mujeres y los hombres merecemos estar en las mismas condiciones y tener las mismas oportunidades para desarrollarnos”.

La Licenciada Cerritos por su parte, dice que una forma de evitar el sexismo en la educación aún desde los primeros años de formación, es a través de la formulación y aplicación de políticas que busquen la equidad, sensibilización y formación de formadores en materia de género.

Por otro lado, ella recomienda a las diferentes instituciones, impulsar programas encaminados al empoderamiento de las mujeres, así como a la realización de investigaciones que evidencien la situación de inequidades de género, que cada día afecta más a las mujeres.

A nivel universitario, existe ya un instrumento institucional que determina acciones concretas para hacer realidad el pensamiento sobre la equidad de género, el cual tiene como nombre “Política de la Equidad de Género para la Universidad de El Salvador”, aprobada en el Consejo Superior Universitario, el 24 de mayo del año 2007.

En este sentido, el reto es que toda la población universitaria conozca “su Política de Equidad de Género”, se apropie de ella y a partir de ahí, se generen debates con los tres sectores de la universidad que den como resultado, el camino a seguir para lograr transformaciones en la universidad, con el objetivo de erradicar las desigualdades de género, para ir construyendo una sociedad más justa y humana para mujeres y hombres.

El uso No Sexista del Lenguaje  

Por: Patricia Castro

El lenguaje al ser un conjunto de signos del cual disponemos para expresar lo que sentimos, vemos, pensamos y creamos; se convierte en un valioso instrumento a nuestro servicio para comunicarnos.

El lenguaje es además, una construcción histórica y social que condiciona e influye en nuestra manera de pensar y determina la visión de mundo de cada persona; toda cosmovisión está sesgada por diferentes condicionamientos sociales (etnia, edad, religión, ideología, sexo-género, etc.).

En el caso del lenguaje, el sesgo es por sexo y tiene que ver con considerar a los hombres como centro del universo, como medida de todas las cosas y con suponer que lo masculino es lo que más vale.

Esta cosmovisión sesgada del mundo se llama androcentrismo y considera a las mujeres como dependientes y subordinadas a los hombres.

Qué es el sexismo

El sexismo, son los valores, capacidades y roles diferenciados que la sociedad asigna a mujeres y a hombres en función únicamente de su sexo, por ello, el sexismo propicia el enquistamiento de actitudes que permiten el trato desigual y la jerarquización en el trato entre las personas.

El lenguaje, al reflejar esta realidad desigual entre hombres y mujeres, también la refuerza constantemente por medio de los mensajes que se transmiten en las diversas formas de comunicación. Cuando hacemos uso de un lenguaje sexista, no visibilizamos ni reconocemos las capacidades ni el valor social de las mujeres y mostramos solo una imagen parcial de la realidad.

En este punto es necesario aclarar que no existe un lenguaje sexista, sino un uso sexista del lenguaje, ya que el sexismo existe en la mente de las personas que lo hablamos y no en la lengua. La lengua es un instrumento maravilloso que permite que expresemos todos nuestros pensamientos y nos ofrece infinitas posibilidades para hacerlo, sin embargo nos expresamos de acuerdo a creencias, ideas, estereotipos y conceptos aprendidos desde nuestra infancia.

Una realidad sexista o no sexista

Consideramos que a partir del universo de posibilidades que el lenguaje nos ofrece, podemos decidir expresar una realidad sexista o no sexista; se trata entonces de escoger, entre los recursos que la lengua nos ofrece, los que nos permitan una transmisión de los pensamientos en los que estemos representadas mujeres y hombres por igual.

Es necesario por ello, conocer los errores más frecuentes del androcentrismo y del sexismo en el lenguaje para que podamos hacer cambios positivos en la construcción de una convivencia más equitativa entre los géneros, puesto que para cambiar el lenguaje tenemos primero que cambiar nuestra percepción del mundo.

Para que las personas podamos hacer un uso no sexista del lenguaje no existen recetas, ni indicaciones exactas y precisas. Se trata más bien de tomar conciencia de los sesgos sexistas de nuestro pensamiento y de cómo éstos se reflejan en el lenguaje.

Lo importante es en realidad tomar acciones para ir haciendo cambios desde los espacios donde nos movemos: el trabajo, la familia, etc. para que cada vez más personas tomemos conciencia de lo importante que es emplear lenguaje inclusivo y dejemos de usar términos peyorativos como hembra para referirnos a las mujeres.

Solo basta revisar en el diccionario su significado para darnos cuenta de toda la carga sexista que contiene. Y que decir de palabras como zorra, mujer pública, puta y otras que cuando las pensamos en masculino, cambiamos su significado.

Cuando empezamos a analizar esta situación y nos damos cuenta que el lenguaje (escrito, hablado, imagen) no hace más que reflejar lo que pensamos, el siguiente paso será comprender que al cambiar nuestra percepción del mundo cambiará el contenido de lo que comunicamos.

Dicho de otra forma, poniéndonos los lentes del género podremos identificar en el día a día de la comunicación la cantidad de expresiones que discriminan a las mujeres y nos convierten en objetos inferiores con respecto a los hombres.

Pero aunque nada está escrito y todo es un proceso, podemos apoyarnos en algunos aspectos que nos permitirán tomar en cuenta que las aportaciones de mujeres y hombres son igualmente importantes en la sociedad. Si somos conscientes de esta situación no habría por qué conceder más protagonismo a los hombres e invisibilizar a las mujeres.

A continuación se señalan los errores más frecuentes del lenguaje que se derivan del androcentrismo:

  1. Cuando utilizamos el masculino como genérico para hacer referencia a un grupo mixto, excluye a las mujeres de los espacios sociales e invizibiliza su existencia, su trabajo y su aporte a la sociedad. Pensar que el género masculino incluye a mujeres y hombres es un error, lo usamos porque simbólicamente pensamos en hombres y no en mujeres y hombres.
  2. Otro error frecuente es cuando presentamos a los hombres como único sujeto de referencia y acción y a las mujeres como dependientes de ellos. Ejemplos de esto es cuando en los periódicos u otros medios se dice: “El señor Gonzáles acudió a la actividad acompañado de su esposa e hijos”, “La señora vicepresidenta presencio el desfile”.
  3. “El señor presidente de la República, acompañado de la Primera Dama…” En estos ejemplos se muestra a los hombres como sujetos activos y protagonistas de los hechos y a las mujeres como dependientes, pasivas y hasta realizando acciones secundarias con respecto a las que realizan los hombres.

En cuanto a los errores más frecuentes que derivan del sexismo, mencionamos los siguientes:
1. Existe un trato diferente de acuerdo al sexo de la persona, donde las mujeres son generalmente minimizadas. Eje. Cuando nos referimos a las mujeres como señora o señorita, estamos informando de su estado civil, cosa que no hacemos con los hombres. Ellos son el señor tal, independientemente de su edad o estado civil. Otro ejemplo, “El equipo de trabajo consta de un ingeniero y dos jóvenes arquitectas”, están minimizando a las mujeres al hacer notar que son jóvenes.

2. Otro error consiste en usar el género femenino para desvalorar o descalificar comportamientos y actitudes. Ej. “Lloras como mujer lo que no has sabido defender como hombre”, “Esas son cosas de viejas, no te metas”.